sábado, 29 de julio de 2017

Resetear, una necesidad

Las mudanzas 


No, no me mudo, no todavía. Debería haberlo hecho el año pasado para seguir con la broma de cambiarme de casa cada 10 años. Esos cambios te suponen hacer limpia, deshacerte de aquello que no usas, reencontrarte con las fotos que hacía tiempo que no veías, o aquél CD que hace siglos que no escuchas, pensar donde vas a colocar los cuadros en tu nueva casa . . . en fin, redecorar tu vida. 

Si, ya sé que es mucho trabajo pero no me digáis que no tiene algo de catarsis, de renovar y purificar los espacios y continuar liberado de rémoras . . . 

Pues bien, yo no me cambio de casa, pero si estoy haciendo un traslado, después de casi cuatro años cambio de teléfono, y ya sé que se puede migrar con todas las aplicaciones, archivos, fotos, conversaciones, etc. Pero también se puede aprovechar y regalarle a tu nuevo teléfono la oportunidad de no cargar con todos los lastres que arrastraba el anterior, y esa ha sido mi opción.

Yo, que normalmente, guardo todas las conversaciones, capturas de pantallas de cosas que no quiero que se me pierdan, vídeos de mis pies en el mar en abril, o de como croaban las ranas en una charca, o como nos desgañitábamos a cantar en el concierto de Manolo García, chistes, carteles que me impactaron por una u otra razón,  y fotos, miles de fotos. 

Pues bien, he borrado muchas de ellas, conversaciones irrelevantes, chistes pasados de moda, frases que ya no me dicen nada, matrículas del e-park que no pienso volver a usar, gifs de Navidad, de ocasiones especiales, de cuando hace mucho frío, de cuando hace mucho calor, contactos de personas con las que no hablo hace demasiado tiempo, y que ya no siento como parte de mi vida, etc.

Pero de lo que más orgullosa estoy, es de haber borrado todas esas conversaciones infructuosas que no me llevan a ninguna parte, esos hilos tenues que cual dedos fantasmagóricos me mantenían amarrada de forma casi invisible a algo que ni fue, ni es, ni será, y que ya he decidido que no ocupe más espacio en mi nueva decoración.

Los iconos de mi escritorio ahora se amontonan de manera más desordenada, me despiertan otras melodías, suenan diferentes mis conversaciones de Whatsapp, las llamadas, y no voy a negar que aún me tengo que acostumbrar para no sobresaltarme en ocasiones, pero he dado un paso importante en la limpieza de mi teléfono y extensivamente de mi alma.

Así que si alguien me echa de menos, y se percata de mi ausencia, que mire atrás y piense cuanto tiempo llevo yo sintiendo la suya como para que ya haya decidido que está fuera de mi círculo o mejor dicho de mis círculos, porque son varios concéntricos. 

Conste que no he bloqueado a nadie, así que si queréis algo, usar los nudillos para llamar a mi puerta, pero no esperéis oír los míos . . .


Mi teclado tiene "Supr", tiene "Fin" y "Bloq" pero también tiene "Insert", "Inicio" e incluso "Intro" ¿Qué tecla os apetece pulsar?

martes, 11 de julio de 2017

La vida en puntos suspensivos...


Una muy buena manera de cerrar algunas cosas.

Yo soy muy fan de los puntos suspensivos, a veces dicen más que cualquier otra cosa que pudieras escribir y además dejan espacio para que cualquier lector pueda aportar su interpretación, por eso me prodigo en su uso.


En esta ocasión, van a convertirse en el broche idóneo para cerrar mi Tarragona-2017, no por dejar espacio a la ambigüedad, no para que cada uno interprete lo que quiera, simplemente porqué no sé cuál será el resto de la historia, ni cuando será escrita, ni en qué escenario lo haré, ni cuantos de vosotros seguiréis en mi vida, pero sé que habrá más, sé que tendrá continuidad, mi historia de amor con Tarragona tiene mucho futuro, y procuraré no desatenderla mientras tanto . . .